jueves, 6 de septiembre de 2007

Alas por Alas

Veo hombres y mujeres desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano con la que puedan contar en los malos momentos. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del estar relacionados, y par­ticularmente de estar relacionados para siempre, porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseo­sos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan... para relacionarse…
En nuestro mundo de rampante individualización, las relacio­nes son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en la otra. Casi todo el tiempo ambos avatares cohabitan, aunque en niveles diferentes de conciencia. Las relaciones suelen ser, las encarnaciones más co­munes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y por eso, ocupan por decreto el centro de atención de los individuos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida.
Las relaciones son el único juego que vale la pena jugar, a pesar de sus notorios riesgos.
Pero como si se cumpliera la ley de Heidegger, que afirma que las cosas se revelan a la conciencia solamente por medio de la frus­tración que causan, arruinándose, desapareciendo, comportándose de manera inesperada o traicionando su propia naturaleza, la aten­ción humana tiende a concentrarse actualmente en la satisfacción que se espera de las relaciones, precisamente porque no han resulta­do plena y verdaderamente satisfactorias; y si son satisfactorias, el precio de la satisfacción que producen suele considerarse excesivo e inaceptable.
En su experimento, Miller y Dollard observa­ron que sus ratas de laboratorio alcanzaban un pico de conmoción y agitación cuando cuando la amenaza de una descarga eléctrica y la promesa de una comida apetitosa estaban perfectamente equilibradas…
Las relaciones tienen un grado de complejidad tan denso, impenetrable y enigmático que un individuo rara vez logra descifrarlo y desentrañarlo por sí solo. La agitación de las ra­tas de Miller y Dollard casi siempre se diluía en la inacción.
Los seres humanos esperan encontrar cómo lograr la cuadratura del círculo: có­mo comerse la torta y conservarla al mismo tiempo, cómo degustar las dulces delicias de las relaciones evitando los bocados más amar­gos y menos tiernos; cómo lograr que la relación les confiera poder sin que la dependencia los debilite, que los habilite sin condicio­narlos, que los haga sentir plenos sin sobrecargarlos…
No hay manera posible en la que un círculo se vuelva cuadrado…
E intentan establecer relaciones de bolsillo, que se pueden sacar en caso de necesidad, pero que también pueden volver a sepultarse en las profundidades del bolsillo cuando ya no son necesarias. Entonces practican parejas abiertas porque son loables por ser relaciones revolucionarias que han lo­grado hacer estallar la asfixiante burbuja de la pareja. O que las relaciones, como los autos, deben ser sometidas regularmente a una revisión para determinar si pueden continuar funcionando. Y alli se enteran de que el compromiso, y en particular el compro­miso a largo plazo, es una trampa que el empeño de relacionarse debe evitar a toda costa. Un consejero experto informa que al comprometerse, por más que sea a medias, usted debe recordar que tal vez esté cerrándole la puerta a otras posibilidades amorosas que podrían ser más satisfactorias y gratificantes. Otro experto es aún más directo: y dice que las promesas de compromiso a largo plazo no tienen sentido… Al igual que otras inversiones, primero rinden y luego declinan. Y entonces, si usted quiere relacionarse, será mejor que se mantenga a distancia; si quiere que su relación sea plena, no se comprometa ni exija compromiso. Mantenga to­das sus puertas abiertas permanentemente.
Cuando uno patina so­bre hielo fino, la salvación es la velocidad. Si el compromiso no tiene sentido y las relaciones ya no son confia­bles y difícilmente duren, nos inclinamos a cambiar la pareja por sircunstancias. Sin embargo, una vez que alguien lo ha hecho, se vuelve aún más difícil que antes —ya que ahora carece de las habilidades que podrían hacer que la cosa fun­cionara-. Seguir en movimiento, antes un privilegio y un logro, se convierte ahora en obligación. Mantener la velocidad, antes una aventura gozosa, se convierte en un deber agotador. Y sobre todo, la fea incertidumbre y la insoportable confusión que supuestamente la velocidad ahuyentaría, aún siguen allí. La facilidad que ofre­cen el descompromiso y la ruptura a voluntad no reducen los ries­gos, sino que tan sólo los distribuyen, junto con las angustias que generan, de manera diferente.
ZB
Y digo yo, porque no abandonarse a lo que se siente a cada momento, sin especulaciones, sin medir meticulosamente aquello que nos conviene. Porque no nos sentimos libremente?

2 comentarios:

Andrés Ibáñez Carrillo dijo...

Es gracioso haber estado pensando en el tema de las relaciones personales y, por mera casualidad, y sin siquiera haber escrito "las palabras mágicas en Google", hallar este texto tuyo. Aquí has dicho grandísimas verdades, has hablado "a calzón quitado", como se dice en mi país, Chile. Aunque la manera en que desarrollas el tema me huele a Psicología (que no me gusta mucho que digamos), noto un dinamismo en tu forma de escribir, que hace que todo se vuelva más interesante y entretenido para continuar y continuar leyendo. Magnífico, porque eso habla de una habilidad que no todo mundo posee.
Como te decía anteriormente, llegué aquí por mera casualidad. Sin querer y sin saber lo que hacía, vi un perfil en algún lugar del blog de un amigo y estabas tú. Así de simple, y es que esto de tener blog es como, aunque suene a cliché, lanzar una botella al mar con un mensaje en el interior.
Por lo demás, has logrado poner palabras en el actuar inconciente de millones de seres humanos de este mundo. Las relaciones personales son esas mismas ganas de querer comer la torta, pero, al mismo tiempo, mantenerla íntegra.

Me llamo Andrés y soy de Iquique, Chile. Mi blog, al igual que el tuyo, está abierto a toda la Vía Láctea, por tanto se esperan visitas tanto terrestres como extraterrestres.

Mujer de pelo largo dijo...

Gracias por su visita, es un placer